Fram: crear arte desde Ibagué entre beats, cámaras y libertad

Por Enrique Barragán
Mauricio Larrota, conocido como Fram, es uno de esos creadores que entienden el arte como un todo: la imagen, el sonido, la emoción, la intención. En Ibagué lo reconocen por sus videoclips, su mirada estética y por un proyecto musical que, aunque discreto, late con fuerza en su vida. Fram no solo filma; compone, graba, dirige, y sobre todo, imagina.
Su entrada al mundo audiovisual no fue casual. Hace años, junto con un grupo de amigos, formó Souvenir Collective, una iniciativa entre lúdica y experimental con la que aprendieron a hacer fotos, videos y a construir desde cero un lenguaje visual propio. Esa misma curiosidad lo llevó a ser parte, más adelante, de N35 (antes 35mm), una productora enfocada en videoclips para artistas emergentes de Ibagué, muchos de ellos ligados al trap y el reguetón. Lo que comenzó como un juego con cámaras terminó convirtiéndose en un motor para una escena musical local en crecimiento.

Pero antes del lente, estaba el sonido. Fram ya tocaba instrumentos desde antes de grabar un solo plano. La música estaba ahí, esperando, y el contacto con artistas fue el detonante. “Gracias al audiovisual nací también con ese proyecto musical”, dice. Esa dualidad define su carrera: el artista visual que hace música, el músico que filma. “Yo siento que la música me apasiona más. Es la razón por la que hago todo”, afirma con claridad, aunque reconoce que vivir de ella sigue siendo complejo. Por eso, el audiovisual le da el sustento, mientras la música le da el sentido.
Desde su productora, ha tenido libertad creativa para explorar nuevas narrativas. No solo realiza videoclips: también trabaja con marcas como Adder Signature, donde ejerce como director creativo con total autonomía. Proyectos que le permiten alimentar su mirada autoral.

No esconde, sin embargo, las limitaciones del contexto local. Asegura que en Ibagué falta visión y educación para valorar el trabajo audiovisual. “A veces a uno le toca hacer maravillas con lo que hay”, dice entre risas, consciente de que la precariedad puede ser fértil pero también agotadora. Por eso, se mueve como freelance en otras ciudades, aunque no quiere dejar Ibagué. Le gusta su tranquilidad, y en un mundo hiperconectado, puede trabajar desde donde sea.
Fram no quiere fama ni números. Le basta con llegar a quien quiera escucharlo. “Mi música es de nicho y está bien así. Me interesa que me escuche la gente que me quiere escuchar”, repite con una sinceridad que desarma. No se proyecta como una estrella pop, sino como un creador libre, en paz con su obra.

En su futuro se ve tranquilo, con un equipo de trabajo, lejos del estrés, lejos de la obligación de estar en todo. Sueña con dirigir fotografía en cine, explorar narrativas más complejas y seguir haciendo arte sin encasillamientos. “Quiero ser alguien que representa cualquier cosa, que puede hacer arte sin necesidad de ser encasillado en nada”, dice.
Fram es parte de una generación que entiende que crear es resistir, pero también transformar. Desde Ibagué y con las manos llenas de música e imágenes, sigue construyendo un camino propio. Uno donde no hay fórmulas, pero sí una certeza: el arte, cuando es sincero, siempre encuentra su lugar.